Nunca suple templar la guitarra que embrida mi potro, cuando el dealer me dijo que si no le dije que no, la hormiguita murió, la cigarra se casó con otro, yo aposté por las fichas caídas de tu dominó.
Allons enfants de la patrie, maldito mayo de París, vendí en Portobello los clavos de mi cruz, brindé con el diablo a su salud.
Se llamaba Rebeco el gringo que empató conmigo, me sacaba la lengua en lugar de enseñarme a besar, me compró una tormenta después de robarme el abrigo, con la espalda mojada no hay nada peor que soñar.
Negocié tablas al ajedrez: tu alfil por mis peones, abrevé en los pezones con sal de la mujer de Lot, antes de que tiñera noviembre mis habitaciones, descorché otra botella con la viudita de Clicquot
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