Cambiar un “no me creo nada” por “te quiero, chaval”, cualquier excusa, una chorrada, es buena para brindar.
Soltar en una carcajada todo el aire y después respirar.
Sentirme como una colilla entre unos labios al fumar, colgarme de cualquiera que le guste trasnochar. Qué inoportuno fue decirte “me tengo que largar”, pero qué bien estoy ahora, no quiero volver a hablar
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